"Puede que llegue el día en que
el resto de la creación animal recupere los derechos que nunca le hubieran sido
arrebatados salvo por la mano de la tiranía. Los franceses ya han descubierto
que la negrura de la piel no es una razón por la cual un ser humano pueda ser
abandonado sin remisión al capricho de su torturador. Quizás llegue el día en
que se reconozca que el número de patas, la vellosidad de la piel o la
terminación del hueso sacro, son razones igualmente insuficientes para
abandonar a un ser sensible al mismo destino ¿Qué otra cosa debiera trazar el
límite insuperable? ¿Acaso la facultad de razonar o tal vez la facultad del
lenguaje? Pero un caballo adulto o un perro es, más allá de toda comparación,
un animal más racional, con el que es más posible comunicarse, que un niño de
un día, de una semana o incluso de un mes. Supongamos, sin embargo, que fuese
de otra manera ¿Cuál sería la diferencia? La pregunta no es "¿PUEDEN
RAZONAR?" ni "¿PUEDEN HABLAR?" La pregunta es "¿PUEDEN
SUFRIR?" (Introducción a los principios de la moral y la
legislación, 1789, Jeremy Bentham).
Es una realidad.
Desde tiempos remotos los animales han estado al servicio de las personas. La
inutilidad de nuestros paupérrimos "instintos" nos ha llevado a
domesticar para comer, a adiestrar para cuidarnos y cuidar nuestras moradas, a
cazar por deporte, a experimentar para "mejorar" nuestra salud e
incluso a capturar animales para satisfacer nuestra insaciable sed de Circo
Romano. Esto, ciertamente, no alude a algún "orden natural" impuesto
por la biología, ni tampoco al mandamiento implantado por la divinidad de
turno, sino que tiene que ver, simplemente, con actos ligados a nuestros
intereses egoístas. También puedo pensar, y de paso añadir a esta reflexión,
que lo anterior es producto de la total ignorancia de antaño. Antiguamente,
atribuirles sentimientos a los animales era impensado (salvo ciertos pensadores
adelantados que no fueron tomados en cuenta). Hoy día se sabe que los animales
son seres sintientes y por lo mismo se demanda a viva voz que, al igual que
nosotros, no carezcan de derechos morales.
¿Por qué exigir
derechos? Porque, al menos, si ciertos derechos se
materializan (se escriben, se dictaminan) podemos siempre pelear cuando
éstos sean violados, puesto que EXISTEN como tal. Asimismo, pedir derechos, y
respetarlos, implica que como humanidad reconocemos que los animales son seres
que merecen nuestra consideración, pues, como quedó de manifiesto en el
discurso extraído en el primer párrafo: es la capacidad para experimentar
dolor (capacidad que compartimos con los animales no humanos) la que nos
permite extender nuestra ética e insertarlos al "extraño (pero
tremendamente necesario) mundo de los derechos". Digo EXTRAÑO, porque
nadie debería sentirse con la facultad de menoscabar ni pisotear los derechos
del otro (derechos que, por cierto, nacen con uno). Sin embargo, en el universo
de lo humano, es inevitable la creación de decretos e instituciones u ONGs que
se dediquen a fiscalizar lo "inviolable", vaya a saber uno bien el
porqué... o tal vez sea por la razón que di al comienzo: nuestros intereses
egoístas desencadenan hecatombes y finalmente medidas absurdamente
imprescindibles que nos salvan de morir 100 veces y nos obligan a NO matar las
mismas 100 veces. Lo cierto es que los derechos son reales y deben ser
tolerados.
Ahora bien son, fundamentalmente tres
los derechos morales básicos que se les otorgan a los animales: derecho
a la vida, derecho a la libertad y derecho a un trato sin crueldad. Estos
están cimentados sobre el principio anteriormente explicado (capacidad de
sentir) y a su vez sobre la NO discriminación por especie (antiespecismo). Es
importante destacar que el principio de "no exclusión" por parte de
los humanos hacia las diferentes especies animales, llamado Antiespecismo, está
estrechamente ligado al anti-racismo, anti-sexismo, a los movimientos
homosexuales, a los movimientos obreros y en definitiva a todos los movimientos
sociales que se sitúan en la parte más alejada del sistema imperante. Pero, lo olvidaba...
esta analogía, a ratos y aún más en quienes ignoran el tema, suele producir
espanto ¿Por qué? Porque, aunque lo neguemos o inclusive no lo
sepamos, somos Especistas y no soportamos la idea de igualdad entre nosotros y
los animales, inferiores todos (vil prejuicio).
La Declaración Universal de los
Derechos de los Animales
http://www.me.gov.ar/efeme/diaanimal/derecho.html fue aprobada,
en 1977, por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y por la Organización
de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO). Mas
¿Qué se ha hecho en la mayoría de los países después de esto? Los Derechos
Animales poco o nada se respetan alrededor del mundo, y lo preocupante es que
habiendo este documento que avala su existencia, es responsabilidad de cada
país, por medio de su Constitución, adherir a estas normas e impulsar, con
verdaderos deseos de inclusión y justicia, los derechos justamente otorgados a
los animales.
La supremacía del hombre pierde
validez frente a tales argumentos ¿Qué pretendía el humano cuando pensó la vida
de manera egoísta? Imagino que sacarle el mayor provecho a su propia existencia
sin importar las otras existencias, silenciosas existencias. Pero quiero ser
optimista y creer firmemente en que de una vez por todas comenzaremos a
transitar todos, animales y humanos, por caminos más anchos y puros, más
sencillos y amables, más empáticos, desde luego. "La empatía
extiende nuestra sensibilidad". Eso, no hay que olvidarlo.
Y en el marco de este texto, dejo el
link de la campaña que estoy promoviendo: crear un Ministerio de Bienestar
Animal. Es deber nuestro pedir a quienes nos gobiernan velar por el trato
digno hacia nuestros animales. La idea es que la mayor cantidad de gente firme
para generar la fuerza necesaria que nos llevará al objetivo final, conseguir
el Ministerio que pedimos.
¡Animalistas, UNÍOS!
Mayda Plant
Publicación original en revista
impresa "Más Cultura" nº 14.
Mayo/2008
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