lunes, 7 de octubre de 2013

Un día para recordar los Derechos Animales.


"Puede que llegue el día en que el resto de la creación animal recupere los derechos que nunca le hubieran sido arrebatados salvo por la mano de la tiranía. Los franceses ya han descubierto que la negrura de la piel no es una razón por la cual un ser humano pueda ser abandonado sin remisión al capricho de su torturador. Quizás llegue el día en que se reconozca que el número de patas, la vellosidad de la piel o la terminación del hueso sacro, son razones igualmente insuficientes para abandonar a un ser sensible al mismo destino ¿Qué otra cosa debiera trazar el límite insuperable? ¿Acaso la facultad de razonar o tal vez la facultad del lenguaje? Pero un caballo adulto o un perro es, más allá de toda comparación, un animal más racional, con el que es más posible comunicarse, que un niño de un día, de una semana o incluso de un mes. Supongamos, sin embargo, que fuese de otra manera ¿Cuál sería la diferencia? La pregunta no es "¿PUEDEN RAZONAR?" ni "¿PUEDEN HABLAR?" La pregunta es "¿PUEDEN SUFRIR?" (Introducción a los principios de la moral y la legislación, 1789, Jeremy Bentham).

Es una realidad. Desde tiempos remotos los animales han estado al servicio de las personas. La inutilidad de nuestros paupérrimos "instintos" nos ha llevado a domesticar para comer, a adiestrar para cuidarnos y cuidar nuestras moradas, a cazar por deporte, a experimentar para "mejorar" nuestra salud e incluso a capturar animales para satisfacer nuestra insaciable sed de Circo Romano. Esto, ciertamente, no alude a algún "orden natural" impuesto por la biología, ni tampoco al mandamiento implantado por la divinidad de turno, sino que tiene que ver, simplemente, con actos ligados a nuestros intereses egoístas. También puedo pensar, y de paso añadir a esta reflexión, que lo anterior es producto de la total ignorancia de antaño. Antiguamente, atribuirles sentimientos a los animales era impensado (salvo ciertos pensadores adelantados que no fueron tomados en cuenta). Hoy día se sabe que los animales son seres sintientes y por lo mismo se demanda a viva voz que, al igual que nosotros, no carezcan de derechos morales.

¿Por qué exigir derechos? Porque, al menos, si ciertos derechos se materializan (se escriben, se dictaminan) podemos siempre pelear cuando éstos sean violados, puesto que EXISTEN como tal. Asimismo, pedir derechos, y respetarlos, implica que como humanidad reconocemos que los animales son seres que merecen nuestra consideración, pues, como quedó de manifiesto en el discurso extraído en el primer párrafo: es la capacidad para experimentar dolor (capacidad que compartimos con los animales no humanos) la que nos permite extender nuestra ética e insertarlos al "extraño (pero tremendamente necesario) mundo de los derechos". Digo EXTRAÑO, porque nadie debería sentirse con la facultad de menoscabar ni pisotear los derechos del otro (derechos que, por cierto, nacen con uno). Sin embargo, en el universo de lo humano, es inevitable la creación de decretos e instituciones u ONGs que se dediquen a fiscalizar lo "inviolable", vaya a saber uno bien el porqué... o tal vez sea por la razón que di al comienzo: nuestros intereses egoístas desencadenan hecatombes y finalmente medidas absurdamente imprescindibles que nos salvan de morir 100 veces y nos obligan a NO matar las mismas 100 veces. Lo cierto es que los derechos son reales y deben ser tolerados.

Ahora bien son, fundamentalmente tres los derechos morales básicos que se les otorgan a los animales: derecho a la vida, derecho a la libertad y derecho a un trato sin crueldad. Estos están cimentados sobre el principio anteriormente explicado (capacidad de sentir) y a su vez sobre la NO discriminación por especie (antiespecismo). Es importante destacar que el principio de "no exclusión" por parte de los humanos hacia las diferentes especies animales, llamado Antiespecismo, está estrechamente ligado al anti-racismo, anti-sexismo, a los movimientos homosexuales, a los movimientos obreros y en definitiva a todos los movimientos sociales que se sitúan en la parte más alejada del sistema imperante. Pero, lo olvidaba... esta analogía, a ratos y aún más en quienes ignoran el tema, suele producir espanto ¿Por qué? Porque, aunque lo neguemos o inclusive no lo sepamos, somos Especistas y no soportamos la idea de igualdad entre nosotros y los animales, inferiores todos (vil prejuicio).

La Declaración Universal de los Derechos de los Animales 
http://www.me.gov.ar/efeme/diaanimal/derecho.html fue aprobada, en 1977, por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO). Mas ¿Qué se ha hecho en la mayoría de los países después de esto? Los Derechos Animales poco o nada se respetan alrededor del mundo, y lo preocupante es que habiendo este documento que avala su existencia, es responsabilidad de cada país, por medio de su Constitución, adherir a estas normas e impulsar, con verdaderos deseos de inclusión y justicia, los derechos justamente otorgados a los animales.

La supremacía del hombre pierde validez frente a tales argumentos ¿Qué pretendía el humano cuando pensó la vida de manera egoísta? Imagino que sacarle el mayor provecho a su propia existencia sin importar las otras existencias, silenciosas existencias. Pero quiero ser optimista y creer firmemente en que de una vez por todas comenzaremos a transitar todos, animales y humanos, por caminos más anchos y puros, más sencillos y amables, más empáticos, desde luego. "La empatía extiende nuestra sensibilidad". Eso, no hay que olvidarlo.

Y en el marco de este texto, dejo el link de la campaña que estoy promoviendo: crear un Ministerio de Bienestar Animal. Es deber nuestro pedir a quienes nos gobiernan velar por el trato digno hacia nuestros animales. La idea es que la mayor cantidad de gente firme para generar la fuerza necesaria que nos llevará al objetivo final, conseguir el Ministerio que pedimos.

¡Animalistas, UNÍOS!

Mayda Plant
Publicación original en revista impresa "Más Cultura" nº 14.
Mayo/2008





Aniquilador de sueños.


La primera vez que entré a una librería de “elite” tenía, más o menos, 13 o 14 años (nunca logro recordar exactamente las fechas). Tarde entré, ya que antes de esa edad poco me importaba la lectura, la encontraba fome; prefería jugar Mario Bros en el súper Nintendo, o andar en bicicleta con mis amigos, o bañarme en la piscina de la casa y jugar a la sirenita, o prender inciensos y velas e invocar a los espíritus, o hacer tantas otras cosas que hace cualquier hijo de vecino. Sin embargo, aquella vez, era la primera vez de algo verdaderamente emocionante (excluyendo, claro, las otras “primeras veces” que poco después llegaron). Mi amor por los libros comenzaba y cuando empieza un amor no hay nadie que lo frene. Sentía dicha de estar ahí. Podía, sin que alguien lo prohibiera, tomar a Neruda y decirle:


“Tú sabes cómo es esto:
si miro
la luna de cristal, la rama roja
del lento otoño en mi ventana,
si toco
junto al fuego
la impalpable ceniza
o el arrugado cuerpo de la leña,
todo me lleva a ti,
como si todo lo que existe,
aromas, luz, metales,
fueran pequeños barcos que navegan
hacia las islas tuyas que me aguardan.”


O tal vez a Cortázar:
“Como sueño era curioso porque estaba lleno de olores y él nunca soñaba olores. Primero un olor a pantano, ya que a la izquierda de la calzada empezaban las marismas, los tembladerales de donde no volvía nadie. Pero el olor cesó, y en cambio vino una fragancia compuesta y oscura como la noche que se movía huyendo de los aztecas.”


Y por qué no a Sábato:
“Conozco bastante bien el alma humana para prever que pensarán en la vanidad. Piensen lo que quieran: me importa un bledo; hace rato que me importan un bledo la opinión y la justicia de los hombres. Supongan, pues, que publico esta historia por vanidad. A fin de cuentas estoy hecho de carne, huesos, pelo y uñas como cualquier otro hombre y me parecería muy injusto que exigiesen de mí, precisamente de mí, cualidades especiales.”
No obstante, y extrañamente, siempre sucede que las cosas son más perfectas en nuestra imaginación que en la realidad misma. La idea lentamente meditada, repasada, corregida, sectorizada, contemplada con tal devoción que, muchas veces “en eso se nos va la vida”, cuando sale a la luz, cuando se exterioriza, es mediocre… sale partida por la mitad, con fallas, no como uno estimaba que debía salir; sale nerviosa, tartamudeada, para finalmente ser escuchada por vulgares oyentes que poco o nada le importan tus palabras. Y es quizás por esta última razón que la idea, hermosa dentro de nosotros, es deficiente afuera. Algo así ocurrió esa vez primera…
Entré a la librería con la felicidad característica que suele invadir a las personas jóvenes que están por conocer algo que anhelaban desde hace tiempo. Todos los libros me parecían hermosos, magníficamente ordenados; la iluminación, las estanterías de madera fina, los costosos ventanales, el especial café, las mesas ocupadas por esa gente (al parecer) erudita, me cautivaron. Y llegó él…


-¿Qué se le ofrece, señorita?
-Mmm, busco un libro…- respondí.
-¿Qué libro?- preguntó
-Un libro de poemas…- manifesté
-Ya, pero ¿Cuál libro?- insistió
-Busco el libro de poemas de JIM MORRISON- setencié.


(3 segundos de profundo silencio)


-¡El libro de poemas de JIM MORRISON!- dijo él con tono irónico y luego miró a ciertas personas “intelectuales” que tranquilamente tomaban café.
-Sí, el libro de poemas de Morrison… ¿está?- persistí en la petición.
-¡Ja! ¿Jim Morrison… poeta? ¡Cuándo ha sido poeta! Buena voz, sí, pero poeta, JAMÁS- expresó la mierda de vendedor, y los “intelectuales” que habían presenciado todo y lo escuchaban atentamente, lo miraron con esa expresión que tanto odio: mirada de complicidad entre dos o más personas… y uno, lógico, está lejos de saber el secreto.
Se me heló el cuerpo. Debo reconocer que no supe qué responder. Era bastante menor, por ende, inexperta en el arte de la defensa frente a la pelotudez, de modo que miré hacia el suelo, agradecí y me fui. No volví a entrar a esa librería ni a cualquier otra hasta hace sólo unos meses.
Ahora, con algo más de experiencia, me pongo a pensar en el vergonzoso incidente y llego a estas conclusiones:
1) El horrible tipo no tenía derecho a burlarse de mis gustos. ¿Con qué autoridad él me hablaba de lo que era ser poeta?, ¿Acaso sus muchas lecturas lo convertían a él en alguien sabio?. ¿Qué es la sabiduría?, ¿No se supone que la poesía (y el arte en general) tiene como fin último sacar a flote el extraordinario mundo interno de quienes desesperadamente buscan una salida y no otra cosa falsamente impuesta por “la crítica”?. ¿No era él, por cierto, un crítico… uno de esos cargantes sabelotodo que destruyen lo bello de la literatura y que exterminan la hermosura de las palabras y los sentidos metafóricos con sus librescas y pedantes frases repetidas una y otra vez en cada conversación amena? Frustrado, sin duda.
2) Los vendedores son una peste. Ciertamente el “simpático” no tenía por qué meterse y opinar, menos juzgar. ¿Lo llamé yo? Ni siquiera quería que se acercara. Se supone que si uno necesita la ayuda de estas alimañas, uno se aproxima y les consulta. Tan simple como eso. Mas no, ellos, de igual manera, te atacan con preguntas absurdas, te aconsejan sobre lo que conviene y lo que no, te obligan a llevar lo “último en liquidación” y más 1.990 te llevas un chocolate que en precio normal cuesta 10 pesos menos, y a fin de cuentas terminas sin ganas de comprar y con jaqueca.
3) Nunca olvidaré su rostro. Si lo veo, lo mato.
4) Esta clase de personas es la que termina por coartar el sano actuar de los inocentes seres que, como yo en aquel entonces, deambulábamos por la frenética vida ofreciendo paz y amor. ¿Con qué ganas siguen los más débiles? A veces ni siquiera los fuertes pueden. ¿Cuál es el propósito de estos aniquiladores de sueños? Es muy probable que sólo les sirva para elevar ese ego, pues carecen de autoestima.
Y así como en aquella funesta ocasión, muchas otras veces me han dicho cosas como: “de nada te sirve ser vegetariana, si de igual forma la gran mayoría todavía consume carne”, “la lucha por los derechos animales es una pérdida de tiempo, siempre habrá gente que maltratará”, “preocúpate de las personas mejor, eso es más necesario”, “madura… las ideologías no existen”, “los sueños tampoco”, “no hables tonteras”, “no te metas”, “no tengo tiempo para ti”, etc., etc., etc.
Toda una existencia creada ya en el papel, marcada por los que están primero, fabricada de acuerdo a diversas reacciones dictatoriales cargadas de convencionalismo, y de quienes hoy día se hacen a un lado y lavan tranquilamente sus manos. Asesinos de tiernas ilusiones. Así no se puede…

Pero… se podrá. Y ningún vendedor de libros me dirá lo contrario. Nunca más.



Mayda Plant


30/11/2008

La vida feliz de algunos.


Cuando pienso en la felicidad siempre caigo en la misma idea: deseos altruistas realizados de manera íntegra. Se acaba el hambre, la pobreza, la discriminación, las injusticias, se acaban las guerras. Toda la humanidad alegre porque, al fin, existe la ansiada paz mundial. El “bien común” como motivo principal de esta reflexión y… ¿qué hay de lo demás?
Y es que, claro, al hablar de “felicidad”, perfectamente podría yo imaginar lo que a mí (y sólo a mí) me convierte en alguien contento, sin embargo, cuando aquel concepto toca tierra firme, lo primero que llega a mi cerebro es el conjunto de anhelos que viven dentro de las sociedades desde el día en que éstas nacieron. “Qué estúpida”, me digo, puesto que nadie nunca especificó a qué clase de felicidad se refería, por lo mismo, imagino, tal confusión. Pero, añado la siguiente autocorrección (necesaria, por lo demás): Esta confusión no es más que el reflejo de la suma del alma dañada con el sufrimiento del mundo, pues cuando el mundo sufre, significa que muchos individuos están sufriendo al mismo tiempo. Y el motivo del sufrimiento de los individuos no tiene que ver con la pena del mundo, sino al revés, el mundo se atiborra de dolor, porque quienes lo componen viven el desconsuelo. Cada grano de arena, reunido con otro (y otros, con otros, y otros, y así) forman aquella inmensa playa que bajo estas letras no son más que el enlace del tormento que cada quien ha tenido que sobrellevar a lo largo de su existencia, y del suplicio de todos fusionado con discreta elegancia.
La playa está podrida… al menos una verdad.
Mas expresar que sólo esa es “la verdad” es por lejos pretencioso y cargado de convencionalismo barato. MI verdad es que existen varias cosas que me producen felicidad, aunque nunca superan en número a las que me provocan amargura. Lo cierto es que muchas de las cosas que, eventualmente, me harían dichosa, no existen o existen sólo en la cerebralidad de quienes, a ratos, carecemos de una moral “bien llevada”. Lo peor de todo es que la gran mayoría de aquellos pensamientos-deseos son poco o nada realizables, por lo que la lista de motivos-felices se acorta. Golpear al fastidioso compañero de clases, humillar al que no habla cuando le hablas, hacer oídos sordos a los consejos “del que sabe más”, reírse de la persona que se cae en la calle, poner en su lugar a los amigos por llevar siempre consigo esa actitud tan metida-aprovechadora-cínica-santurrona, desear dar muerte al que te miró feo en algún lugar o insultar de mil maneras a los profesores por ser los portadores del “conocimiento” que debe uno por “obligación” adquirir, NO ES NADA comparado con lo que realmente está dentro de nosotros. La verdad secreta de nuestro odio más profundo ni siquiera se autopermite la idea de presentarse ante todos, puesto que NO todos son dignos de semejante revelación. Sólo basta con imaginarse lo que sería si tal cosa sucediera: un centenar de viejos-bien caerían desmayados; algunos (desde sus hogares) se arrojarían por la ventana en severa señal de suicidio colectivo; otros llegarían, de seguro, agonizando a las clínicas; las mujeres gritarían como en las películas bizarras del antiguo cine hollywoodense y millones de niños asustadizos llorarían en el mismo tono. Caos total.
La vida feliz de algunos parece chocar de frente y a gran velocidad con la felicidad de la mayoría, es decir, con la felicidad establecida, convirtiendo a la satisfacción de esos “algunos”, en la peor pesadilla moral de muchos.
Pero asimismo, la alegría de los-algunos, y en este caso, MI alegría, tampoco está exenta de asuntos agradables para la humanidad (como si ésto arreglara en algo las cosas). Como ejemplo puedo decir que disfruto mucho de los días nublados. Así también, por supuesto que me pongo inmensamente contenta cuando me entero del bienestar de algún animal. Amo escribir y a la música también la amo. Me gusta el yogur de plátano y todo tipo de jaleas con frutas (o sin ellas). El color verde es mi favorito, y a veces me obsesiona la belleza de los paisajes naturales. Y cuando digo esto creo no hacer daño a nadie. ¿O sí?
De cualquier modo, da igual. La absurda confesión ya está hecha. La vida feliz de algunos, y la mía, cobró sentido. Al menos por este rato.




Mayda Plant


26/05/2009

El mall, los zombies consumidores y el devenir soñado.


Entrar a un mall es desesperante, estresante, asqueroso, repugnante para quienes, sencillamente, no aceptamos la idea de que tanta aglomeración sea por un sólo motivo: consumir. Y no sería dramático si aquel consumo fuese dentro de lo normal, lo justificado, lo que se necesita para vivir “dignamente”, pan para la once, verduras para el almuerzo, la colación de los niños, etc., sino que se trata de algo que es más que sabido: lo que se estila en los centros comerciales es comprar-consumir en exceso porque sí y nada más que porque sí. Aunque claro, hay variantes, pero se justifican dentro del mismo esquema de consumo idiota-insólito: porque esto es lindo, porque la liquidación, porque la marca, porque Madonna y Lady Gaga lo están usando y les queda bien, porque, porque, porque. De pronto (y a veces no tan de pronto) pienso en que quienes están ahí son sólo zombies que, alucinados con productos que jamás podrán comprar si no es por medio de un “crédito” -pues recordemos que la mayor parte de los chilenos es “clase media” (lamentablemente la sociología y otras disciplinas aún encasillan así a ciertos grupos de personas) y no puede optar a obtener cosas materiales de manera “rápida” de otra forma, más que entrando al estilo de vida “creditario” (que en apariencia soluciona el “dilema de conseguir cosas”)-, caminan entonces “vitrineando” para analizar (dentro de sus posibilidades casi nulas de análisis, claramente, puesto que están “loquillos” con tanta oferta) si esto o aquello “me lo puedo llevarsh”. Zombies endeudados después porque se embelesaron con lo que el “mercado” les dijo que tenían que comprar y ellos “se dejaron llevar”; zombies que caminan siguiendo a otros zombies que andan en las mismas; zombies po’ hueón, qué más querís…
Tomás Moulian en el capítulo 13 “El mall, la catedral del consumo” de su libro “El consumo me consume” dice que los mall “producen la idea de un paraíso generalizado del consumo” y agrega algo sobre lo que inevitablemente viene después de comprar con tanta emoción “creditaria”: “todos aquellos que compran a crédito, después del placer instantáneo conseguido con la credencial del cliente confiable, deben enfrentar el sacrificio y muchas veces el purgatorio de los pagos mensuales”. Se explaya: “Los mall lindan con la obscenidad. En ellos puede constatarse, mejor que en parte alguna, la lógica capitalista del despilfarro (…) La obscenidad consiste en escenificar esa agobiante abundancia a pocos miles de metros de la miseria, en exhibirla ante los ojos de los parias sin dinero ni crédito, que tienen el derecho de peregrinar hacia esos templos para mirar, incluso para tocar, pero sin poder adquirir”… Y yo añado que hoy sí es una realidad que muchos chilenos SÍ adquieren, pero a costos altísimos, endeudados hasta las patas, llorando por los pasillos…
Y por eso siento que es propicio decir ¡BASTA! (no yo, que soy una más de l@s indignad@s con estos lugares y con el consumo excesivo, sino TOD@S). Comenzar a usar las propias cabezas y desechar estos espacios basura, es más que una buena recomendación, es hacer fuerza y causa común, boicot a estos espacios vacíos que no transmiten más que superficialidad existencial, intelectualidad nula, calidad humana cero. Tomemos conciencia de que la propia existencia es hermosa si uno se propone verla así, que es válida en el sentido de que cada cual está capacitado para ser mucho más de lo que le enseñaron que era, de lo que aprendió en el colegio o en cualquier clase de escuela de la vida, que el sistema NO PUEDE NI DEBE decirnos qué hacer, cómo hacerlo, ni cuándo, que somos nosotros los que debemos decidir siempre. Esencial entonces es no dejarse “llevar” por estos mundos nauseabundos del consumo donde los vendedores de ilusiones chupan hasta la última gota de sangre de miles de personas comunes y corrientes, sangre que ahueonadamente, además, es robada a quienes trabajan creyendo que es ESTE el único destino del dinero que les dan a cambio de “venderse” como mano de obra: CONSUMIR COMPULSIVAMENTE.
Sol y Lluvia dice en una de sus canciones “Para vivir no necesitas nuevos pantalones”.

¿Y usted… necesita los suyos o puede aguantar con los que ya tiene?




Mayda Plant



26/11/2012

Puntos sobre el Movimiento Animalista.


* Principio.

Por lógica los animalistas nos dividimos en abolicionistas y bienestaristas; los primeros luchan por la liberación total de los animales y los segundos sólo están por la defensa de los mismos. Estos últimos enfatizan en que no debe existir maltrato por parte de los humanos hacia los animales pero que sí es necesario usarlos para beneficio humano en ciertas áreas, aunque no generándoles sufrimiento y manteniendo la postura del "trato humanitario" o "buen trato", mientras que los abolicionistas exigen todo lo contrario: acabar con las prácticas abusivas de manera inmediata. 


Sin duda la posición bienestarista choca con la abolicionista, pues el abolicionismo hace hincapié en que los animales deben ser absolutamente libres y el bienestarismo, en cambio, no. 


* Uniendo posturas dentro del Movimiento Animalista.


El "ideal animalista" es estar en contra de toda forma de esclavitud y maltrato hacia los animales, mas se vuelve indispensable, a juicio de que vivimos en una sociedad horriblemente especista y poco justa, abrir las puertas del Movimiento y "ceder" ciertos espacios de manera que se guíe al animalismo, en primera instancia, por cierta forma de bienestarismo para de ese modo, en el corto plazo, generar cambios que a la larga (largo plazo) producirán modificaciones fundamentales. En otras palabras, no siendo el ideal total, de igual modo, para que exista la tan ansiada unión dentro del Movimiento Animalista, se debería respaldar un "bienestarismo-transitorio" para lograr acabar con el maltrato de forma gradual y sólo porque es posible pensar que con eso se llegará al fin de toda forma de maltrato animal a futuro (abolicionismo), lo cual evidentemente es el "ideal animalista".


De la misma manera, profundamente cierto es que la Lucha Animal efectiva sólo se sustenta en la verdadera convicción de que todo animal es merecedor de total respeto y libertad y por eso digno de vivir una vida plena, sin embargo, excluir aquellas acciones que estén en pro del bienestar animal (cualquiera sean éstas) más parece jugar en contra a la hora de generar cambios sustanciales en las muchísimas materias que se reúnen en esta causa. En definitiva, los animalistas netos somos abolicionistas, mas no deberíamos esquivar las distintas formas que existen para llegar a la liberación de los animales.


* Animalismo e Izquierda.


La vinculación del animalismo y la izquierda, y en definitiva la fusión de estas dos corrientes aparentemente distintas, se logra a raíz de la masificación de diversas luchas sociales y medioambientales, y luego animalistas, en las que estas ideologías se ven conectadas. Una sociedad realmente justa respeta y quiere a sus animales, y es esta simple premisa la que nos permite fusionar y pensar fírmemente en que es posible buscar la armonía entre todos los seres vivos. Deberíamos creer entonces, por ende, que sólo un mundo de iguales puede llevarnos a la verdadera revolución: JUSTICIA TOTAL PARA TODOS.


Y por lo tanto cuestionamos el paradigma:


"A los animales se les han negado derechos por la misma razón que a los humanos se les siguen negando: para mantener los privilegios de quienes se ven beneficiados con su uso y explotación".


La explotación animal está cimentada desde los diversos aparatos ideológicos del sistema de producción capitalista y es a grandes rasgos por esta razón que la prolongación del maltrato, sufrimiento y esclavitud de millones de animales cada día se mantiene.


* Compañeros Todos.


Pongámonos entonces de una vez por todas del lado de las diversas formas que existen de lucha por la Liberación Animal. Pongámonos del lado de todos los marginados de la sociedad. Exijamos, con nuestras mil voces, justicia. El planeta necesita cambios, cambios sustanciales, profundos. Los animales nos necesitan... ahora, no mañana.


¡ANIMALISTAS TODOS, UNÍOS!




Mayda Plant


30/10/2012

Mi Educación.


Sobre educación puedo decir que algo sé… es decir, algo más allá de lo que la inmensa mayoría “educada” sabe: colegio, universidad, etc. Pues claro, al menos en esta sociedad occidental cuando se habla de “educación” nos referimos a aquellos conocimientos que se nos entregan como materia impuesta y que además están fiscalizados por la institución de turno. Esa “obligatoriedad” que llega a la cabeza cuando hablamos de “educación” es la que a mí me ha generado infinidad de problemas, pues adecuarme a las normas establecidas siempre me ha sido complejo. Mas insisto y persevero en este actuar corroído por la emanación de partículas tóxicas que salen de esas mentes opresoras dispuestas a dominar a otras por el mero hecho controlador que suponen las sociedades “ultra-mega-hiper modernas”, ya que aún así pertenezco a esta sociedad (¿O se me impone pertenecer?).
Mi experiencia no ha sido fácil, menos lineal. Desde mi primer año de colegio partí mal. Y no era que no me gustara ir y aprender (y pasarlo bien), sino que sencillamente no me gustaba que me mandaran a hacer tal o cual cosa. Me angustiaba mucho. Por ende terminé haciendo 1º básico en dos colegios diferentes en menos de un mes. Después estuve años “estable”, porque es posible que el efecto que ejercen los educadores “agentes de control” haya calado hondo y quizás en mentes tan infantiles siempre sea más simple imponer “orden”. Sin embargo, ya en la enseñanza media apareció en mí nuevamente la “crisis” y terminé por dejar 3º medio a la mitad y retomarlo un año y medio después, haciendo, al volver, dos años en uno, para terminar “más rápido”. Lo que yo no sabía, claramente, era que aquello de “más rápido” es siempre muy ambiguo, pues sucede que entre más uno escapa de las cosas, en teoría más se alejan, pero en efecto (en la práctica) más se acercan y por ende se extienden convirtiéndose en problemas mayores. Y estas “cosas” no son simples cuestiones de la vida (así sería sencillo o para nada problemático evadirlas), sino que son el motor que debería mover nuestra existencia, puesto que suponemos a la educación como la que nos define como personas y la que nos dará un carácter y ocupación a futuro. Es, probablemente, la cosa o una de las cosas más definitorias de la vida, incluso más que ser hijo, padre, madre, etc. Entonces he ahí el dilema: si yo no sabía, estando aún en el colegio, cómo seguir mi camino “correctamente” ¿Cómo podría proyectarme hacia un futuro? ¿Había futuro para mí?
Por mucho tiempo me cuestioné aquello; pensaba que no tenía vuelta, así no más. Pero había algo, algo en mí y que nació, supongo, como medida de escape para estas “cosas de la vida impuesta” y que hasta hoy me acompaña: mis ganas de escribir, de crear. En ese entonces comencé a escribir para el diario online CEM y luego otros portales se interesaron y también me publicaban. Era una de las cosas lindas de ese momento. Aunque obvio, por supuesto que existen varias otras cosas bellas que me gustan y que disfruto, pero en materia educativa, en esto que debería enriquecernos el alma de seres humanos pensantes, nada de las “enseñanzas tradiciones” significaba algo verdaderamente importante para mí; el conocimiento o lo que yo creo que sé (¿Qué cosa no es mirada desde la propia perspectiva?), asumo, me lo fue dando el propio camino, aquél que construí aparte, y no es osado decir que ese año y medio que estuve fuera del colegio crecí inmensamente, mucho más que en los años que me eduqué institucionalmente. Hay bagaje, por supuesto. Bueno o malo ¿Quién puede decidir eso?
Al salir (por fin) del colegio, inesperadamente quedé en la universidad. Elegí Filosofía y me embarqué a Concepción con el fin de “ser feliz y encontrarme a gusto con lo mío”, etc., pero una vez más vino la decepción. Podía y no creerlo. A varios les ocurre que dejan su primera carrera, entonces tan trágico no era, mas sí una frase dicha por un amigo de ese entonces quedó flotando en mis pensamientos por siempre e indiscutiblemente ha marcado mi actuar, incluso antes de saberlo, así, tan derechamente: “donde quiere que estés nunca estarás conforme”… ¿Qué pasa entonces conmigo? “¿Seré yo, señor?”.
Luego vino volver. Fue el turno de Veterinaria, acá, más cerca de mi hogar. Tampoco funcionó. Amar locamente a los animales no sirvió; aquello de la “frase maldita” hacía eco. Y entonces otro año sabático. Crisis. Pena. Todo lo que alguien se pueda imaginar. Aunque paralelamente mi vida funcionaba mucho mejor… o sea, FUNCIONABA. Escribía mucho y conocía mundos a través de eso. Incursionaba ahora no sólo en los simples textos de opinión, sino también en la literatura. Era feliz en esa ocupación. Era yo. Soy yo. Sin embargo, el tiempo pasa y después del “sabatismo” propio de los de mi clase (que es, sin duda, una forma de ser adquirida por la inconformidad que genera el tiempo-espacio) decidí que estar fuera tanto tiempo no me convenía y que debía tomar las riendas del asunto luego, pues luchar contra el sistema, sola, de este modo, no servía (¿En serio no sirve?).
Y actualmente estoy en Periodismo. Feliz o no, eso da lo mismo. Estoy. Vivo la mayor parte de la semana sola, cerca de mi lugar de estudio y la otra la paso en mi casa, en el campo. Sigo escribiendo y amo locamente a mi pareja, él es el motor de mi vida (el amor genera cosas como éstas: antes mi motor era la literatura, hoy lo es él… y bueno, también sigue estando la literatura presente, pero primero él). Y me sigo preguntando qué pasa conmigo, si tendré algo mal, si tanta rebeldía es simple capricho o un profundo problema con el mundo. Mas fuera de este conflicto (que aún está “resolviéndose”) vale preguntarse, asimismo, si el problema es de uno o de quién a uno lo educa, o si es de ambos, o incluso de los que no están metidos en esto pero que no hacen nada por cambiar estas situaciones, pues tanta inconformidad ¿Es natural? ¿Qué es “lo natural”?
Este cuestionamiento, obvio, me lleva a pensar que si al menos la educación (recordemos: educación formal, tradicional, de institución) fuera igual para todos, que si a todos, pero a TODOS, se nos prestara la atención necesaria y se nos otorgaran reales herramientas para poder sobrellevar la vida misma, conflictos personales como el mío no existirían o quizás no a tal magnitud. Yo estoy sola. Estuve sola y sigo estándolo en este sentido, y mis compañeros estudiantes que atraviesan por lo mismo también lo están… angustia silenciosa que brota del interior y que hace querer tirar todo por la borda, desespera y paraliza. Pero no más, lo exigimos. Y por eso hace mucho sentido… no, ¡qué estoy diciendo! Por eso es ABSOLUTAMENTE NECESARIA UNA “EDUCACIÓN DE CALIDAD”, educación que de verdad se interese por las personas como seres completos y no sólo para que luego les sirvamos a unos pocos. YO NO QUIERO ESE MUNDO, me niego a aceptarlo, pero tampoco quiero permanecer al margen la vida entera, excluida porque no me gusta el mundo en el que vivo ¿Cachan?
Entonces urgen cambios profundos, de pensamiento, de paradigma; quemar lo existente y crear algo nuevo. Urge. Vaya que sí. Y los esperamos pronto, para que nunca más sucedan cosas como ésta, pues de “perderse” no se trata la verdadera educación, esa que imaginaba Platón en su escuela y que tantos otros han proyectado hacia el mundo con tanto esmero y amor; encontrarse a sí mismo para así estar en armonía con la existencia entera, a eso se acerca más.
¿Y seguir luchando? Aunque agonice. Por el mundo que esperamos. Por el mundo que yo sueño.




Mayda Plant


07/10/2012